Drones, robots y satélites contra el fuego: las nuevas tecnologías van a por los incendios forestales
Drones, robots y satélites contra el fuego: las nuevas tecnologías van a por los incendios forestales
En verano, la península ibérica se convierte en algo parecido a una carreta llena de nitroglicerina en un camino lleno de baches. Al más leve chispazo (sea intencionado o no), todo sale ardiendo. Miles de hectáreas acaban consumidas por las llamas, pero casos como el de Doñana son especialmente dolorosos porque afectan, directamente, a uno de los espacios naturales más importantes de Europa.
Y, sin embargo, nos enfrenta contra la cruda realidad: el fuego es parte de la naturaleza y, más tarde o más temprano, va a hacer acto de presencia. Combatirlo no sólo exige un enorme trabajo de prevención y gestión forestal, sino el empleo intensivo de lo último en tecnología.
El fuego es parte de la naturaleza
Siempre me ha resultado curioso que cuando hay un terremoto las búsquedas sobre ‘predicción de terremotos’ se disparan y curiosamente es uno de los pocos fenómenos naturales donde pasa.
Nadie se pregunta si podemos predecir un incendio forestal y, sin embargo, como pasa con los terremotos, la predicción ya está hecha. La geóloga Harriette Stone siempre dice que, al fin y al cabo, la mayoría de grandes terremotos (sobre todo, los que producen más daños) ocurren en lugares con alta actividad sísmica, una historia de terremotos pasados y una alta probabilidad de recurrencia. Es decir, a largo plazo, la predicción está ya hecha y, pese a todo, nos pillan con los deberes sin hacer.
Algo similar ocurre con los incendios forestales: sabemos a ciencia cierta que, sea por una causa o por otra, el fuego va a hacer acto de presencia. Es algo tan natural como la lluvia y el viento; o lo que es lo mismo, no es algo de lo que podamos huir.
Con todo eso, los sistemas de información sobre incendios están a años luz de otros sistemas como los que monitorizan y predicen la aparición de tifones. En muchos sentidos vivimos temerariamente a espaldas de los montes. Y mucho menos si tenemos en la cuenta de que el cambio climático y el abandono del campo están dejando los montes en situaciones cada vez más dramáticas. La España vacía es también una España en llamas, porque sin gestión y prevención no puede ser otra cosa.
La enorme (y olvidada) tarea de prevenir
Los incendios forestales (especialmente los provocados) son una catástrofe medioambiental, económica y humana sin paliativos. En parte, el problema lo generamos nosotros mismos con políticas de gestión contraproducentes. Como afirman cada vez más expertos, los mayores fuegos son fruto de una historia reiterada de apagar fuegos que no deberían haber sido apagados.
El ejemplo norteamericano está muy documentado: el 98% de los fuegos son apagados con éxito, pero cuánto más dinero se invierte en ello, más graves se vuelven: los seis peores fuegos de los últimos 50 años han ocurrido desde el 2000 en adelante.
En algunos países, la política de «cero fuegos», de «extinción a toda costa» se ha abandonado: esa política solo acababa favoreciendo la acumulación de materiales combustibles y, a la larga, haciendo más grande el problema. Quemar los bosques de forma controlada puede tener una función regeneradora, insisten los expertos: pero una gestión inteligente requiere un uso intensivo de tecnologías que nos ayuden a monitorizar en tiempo real el suelo, los bosques y la meteorología.
No es el caso de España aún donde, según los datos de 2014, «el 64% del presupuesto destinado a la lucha contra incendios se destina a apagar los fuegos, frente al 23% destinado a evitar que el incendio se produzca y apenas el 13% invertido en minimizar los daños producidos por los fuegos». Pero poco a poco estamos dando pasos en ese sentido.
Pero, sea como sea, el fuego siempre aparece
Pero sea como sea, el fuego siempre acaba superando nuestras expectativas. Hay situaciones como la de Portugal en las que las condiciones meteorológicas convierten el incendio en una trampa mortal y, por más recursos que se tengan, la destrucción está casi asegurada.
Otras situaciones, como las de Doñana, en las que el fuego es, por su delicada situación ecológica y las constantes presiones que sufre, una tragedia. La pregunta es, ¿en estos casos qué? En estos casos, debemos utilizar toda la tecnología disponible.
Tecnología para combatir el fuego
La ciencia y la tecnología del fuego no paran de evolucionar: cada vez hay más laboratorios que se dedican a estudiar experimentalmente el fuego para conocer con todo el detalle posible las dinámicas. También se trabaja en la creación de componentes para utilizar contra el fuego que ayuden a retardar su expansión o que, combinados con las condiciones meteorológicas concretas, ayuden a su extinción.
El uso de drones en tareas de reconocimiento y de robots para tareas de extinción también está empezando a probarse en numerosos incendios. Combinados con otro tipo de tecnología como Pyrosat, (un sistema desarrollado en Valencia que utiliza la información vía satélite para predecir lo mejor posible qué zonas son susceptibles de convertirse en un infierno forestal) son la punta de lanza de toda una nueva forma de combatir los incendios.